martes, 19 de febrero de 2008

Historias de terror (2)

La ajorca de oro

Hace muchos años, un caballero se enamoró de la mujer más bella del pueblo, sus intentos por cortejarla no funcionaron con ella, hasta que un día se encontró en su habitación a la mujer llorando.

- ¿Qué te ocurre?
- Calla, no me ocurre nada, sólo son caprichos de una mujer, es una tontería..... ¡vete!

El hombre vio en aquella situación una oportunidad para ganarse su amor.

- ¿Quieres saber qué me ocurre? Ayer fue el día de los difuntos y fui con mi madre a honrar a los muertos a la iglesia, y mi vista se fue hacia algo que brillaba, algo precioso. En el regazo de la virgen estaba la ajorca de oro más bonita que he visto en mi vida, era... mágica, era preciosa, me quedé prendida de ella, pero no podía ser mía. De noche tuve una pesadilla, me ví a mí misma paseándome coqueta con la ajorca de oro alrededor del cuello, lucía radiante, estaba hermosa, y con una cara malévola me miraba al espejo y decía "nunca nunca nunca será tuya, nunca!" y es por eso por lo que lloro, porque nunca podré tener aquella ajorca de oro.
- Pero esa ajorca de oro...... es de Nuestra Señora ¡¡yo no puedo hacer nada para conseguirla!!
- ¿Lo ves, lo ves? ¡¡Tenía razón, nunca sera mía, nunca nunca nunca!!

El hombre no vio más remedio, decidió ir aquella misma noche a por la ajorca de oro a la iglesia.

Era media noche y no había nadie, las calles estaban desiertas, lo que daba a todo un aspecto lúgubre, cogió aire y se aproximó a la iglesia. Venía luz de dentro, estaba abierta, entró, y lo primero que vio fue a la virgen en su capilla, mirando hacia la cúpula de la iglesia, mirando a la bóveda celeste. Sintió miedo, no miedo a lo desconocido, sintió miedo por un peligro presente en esa iglesia, un peligro que no se podía ver, pero se podía intuir. Procuró no mirar directamente a la capilla, se fue acercando lentamente hasta que se paró enfrente de ella, allí estaba la ajorca, al alcance de su mano. Cerró los ojos y aproximó su mano hasta que dio con la ajorca, la agarró fuertemente, y no abrió los ojos, se dió la vuelta, y abrió los ojos.

Alrededor suya estaban todas las gárgolas, todas las imágenes de santos todos los cuadros, todas las estatuas de la iglesia, mirándole directamente a él, mirándole con cara de ira. El hombre no lo pudo soportar.

Al día siguiente la mujer se despertó y se encontró la ajorca ensangrentada en su almohada. Cuentan que el hombre se volvió loco y se suicidó, y que la mujer se murió a los pocos días devorada por los lobos, y cuenta la leyenda que todas las noches en la figura de la sierra se ve a una mujer perseguida por los lobos, aquella mujer que como castigo por su osadía es perseguida toda las noches por los lobos después de muerta.




La casa del bosque

Hace mucho tiempo,en un lugar muy lejano,vivia un pueblo ganadero,pacífico y despreocupado.Estaba situado al lado de un espeso bosque.Los habitantes decían,que en lo más profundo del bosque,hay una mansión encantada.La mansión pertenecía a una familia.Dicha familia fue asesinada,excepto el padre de familia,el cual dicen que deambula por el bosque buscando a su familia.Con el tiempo,esta historia se ha transformado en leyenda,y la gente llama a esa casa la Mansión Vieja.Un día,unos chavales se apostaron a que no entraban en la mansión,y dos de ellos entraron en el espeso bosque,cuya visión era dificultosa por la niebla.Después de un rato andando,los dos chicos llegaron a la entrada de la mansión.El aire era frío,bastante más frío que dentro del bosque.Los chicos entraron en la casa,donde el frío era muy intenso.

Vamos a cojer algo y nos vamos-exclamó un chico

Los jóvenes entraron por una puerta,que conducía al patio.Allí,habían varias butacas tiradas en el suelo,y una piscina bastante grande,todavía con agua.Los chicos se acercaron a la piscina,y la imagen que vieron los dejó petrificados.Estaba la hermana pequeña,desnuda y con la cabeza separada al cuerpo,cuyos ojos se clavaron de repente en los chicos.Huyeron despavoridos del patio,y entraron a la cocina y cerraron la puerta.Cuando se volvieron,la madre estaba clavada en la pared,mirándolos amenazadoramente,con la piel arrancada y el suelo lleno de sangre.Los chicos huyeron y al salir vieron al padre,sin carne y pieles,con las manos ensangretadas y portando una guadaña.Acto seguido cortó las cabezas de los dos jóvenes.Nadie más supo de los dos chicos que fueron al bosque.Después de unos días,un granjero estaba paseando con las ovejas,cuando encontró los dos cuerpos sin cabeza de los chicos,con un hacha clavada en la espalda.




La leyenda del padre y el ánima inconfesa

En la ciudad de México hay cientos de leyendas que se desarrollaron durante la época de la colonia (siglos XVII al XIX), una de ellas ocurrió en un lugar cercano al que hoy conocemos como La Lagunilla, en el centro de la gigantesca capital mexicana y fue dada a conocer por Artemio Arizpe. Fue una noche oscura pero tranquila, en la cual el padre Agustín Aparicio se dirigía a una reunión con algunos de sus feligreses y amigos. En la zona todos conocían al predicador de la palabra de Dios, por lo que, cuando se encontraban con él, le besaban la mano y le prometían donar cosas para los pobres. La calle era angosta y estaba empedrada, y no había más luz que la poca que reflejaba la luna; él iba pensando en la reunión, ya que al jugar a las cartas apostaban, pero frecuentemente eran interrumpidos por las súplicas de los transeúntes; siguió caminando y de pronto escuchó los pasos de alguien que le venía siguiendo, los pasos eran apresurados, por lo que se inquietó, por fin una voz masculina lo llamó - padre disculpe -, el volteó la cabeza y vio a dos angustiados muchachos, por lo que respondió:

- ¿Qué les sucede?

Ellos le informaron que había una mujer moribunda cerca de ahí, y que deseaba confesarse; sin poner excusa alguna el sacerdote les pidió que apresuraran el paso, ellos lo ayudaron a subir a una carreta que los esperaba y le indicaron al cochero que los llevara a la casa de la mujer moribunda y así se hizo, viajaron varias calles, y al llegar a su destino le indicaron al padre donde vivía la desafortunada; lo ayudaron a bajar, tocaron y una señora de baja estatura, despeinada y con la cara agachada les abrió la puerta; esta señora llevaba una vela encendida y la ropa que vestía era muy vieja, el sacerdote detectó un olor nauseabundo, la mujer lo condujo hacia el interior y en el cuarto donde se encontraba la moribunda, esa señora le dio la vela al padre y los dejó solos

Según el relato del padre, ahí estaba en una cama con un lujoso vestido negro de terciopelo de bellos bordados y una diadema de brillantes en la cabeza, sin embargo lo que más resaltaba era la belleza de su rostro y los cabellos rubios que se extendían sobre la almohada, ella estaba llorando y le pidió al padre que se acercara, el así lo hizo, se arrodilló y sacó su rosario así como un pañuelo blanco, y empezó la confesión, y a cada instante sufría la mujer al contarle sus pecados, llorando, por lo que el también sufría y se lamentaba de tales acciones; incluso llegó a derramar algunas lágrimas.

El tiempo transcurrió, y poco a poco se le veía más tranquila, serena y resignada, por último el padre la liberó de todo pecado dándole la absolución, y se despidió de ella dándole un beso en la frente, y cuando lo hizo se percató de que ya estaba muerta, por lo que le habló a la señora que lo había conducido al cuarto... como nadie le contestó, empezó a buscarla en otras habitaciones sin encontrarla, entonces salió a la calle para buscar a los muchachos, pero tampoco los encontró; en ese momento decidió regresar al interior de la casa y cuando llegó a la puerta, ésta empezó a rechinar a la vez que se cerraba. Él intentó detenerla y abrirla, pero no pudo, ya que la fuerza con la cual se cerró era increíble. A su vez una voz de alarido salió de esa casa, una voz hueca que hubiese puesto los cabellos de punta al más valiente; temeroso, el sacerdote se retiró del lugar, para reunirse con sus amigos con los que había quedado en verse; pensativo y aterrado por lo sucedido aceleró el paso en esas calles solitarias.

Al llegar a la casa de la reunión, entró y se sentó, los ahí presentes le empezaron a cuestionar sobre lo que le acontecía, a la vez que los otros dijeron:

- Padre, se perdió de una buena comida y de ricas botanas, pero ya sé, no vino temprano por que sabía que no iba a ganar, pero no se preocupe.

Sin embargo, el padre Agustín no respondía, seguía pensando en lo que vio y padeció minutos antes; cuando metió su mano a la bolsa reaccionó y se dio cuenta que le faltaba tanto el santo rosario como el pañuelo blanco, hasta entonces contó todo a los jugadores; como la mayoría lo estimaba mucho le pidieron que no se preocupara y que les dijese dónde habían estado, para que algunos mozos fuesen a recoger sus pertenencias, así lo hizo en tanto comenzó a comer.

Los mozos fueron y al llegar a la casa tocaron, y preguntaron en las casa aledañas, sin embargo les decían que no sabían nada, por lo que decidieron regresar y al llegar a la reunión preguntaron al padre la ubicación exacta de la casa, él les aseguró que la dirección que había propinado era correcta, al tiempo que les dijo, -ahí fue, si desean, vamos- y todos decidieron ir al día siguiente.

Al amanecer se reunieron todos incluído el sacerdote, llegaron a la casa, tocaron pero nadie les abrió, y volvieron a insistir, diciéndole al padre que a lo mejor no era ahí, él insistió y tocaron lo más duro posible, pero nadie les hizo caso a excepción de un vecino, un señor muy sencillo de edad avanzada, quien les informó:

- No insistan, en esa casa no vive nadie desde hace muchos años, por eso la cerraron fuertemente- ...y les contó lo siguiente: -hace algún tiempo en esa propiedad se escucharon algunos ruidos, mi esposa se asomó por la ventana y aterrada vio la casa en llamas y a una mujer vestida de terciopelo negro, correr en el techo de un lado a otro, a la vez que salían alaridos de la casa. Este suceso impresionó mucho a mi esposa, haciéndola enfermar y posteriormente morir.

Debido a la insistencia del padre Agustín, mandaron traer a un herrero, quien logró abrir la puerta, para que todos entraran y efectivamente, no había nadie, penetraron en un cuarto que al padre le pareció conocido, y de repente vio tirados su rosario y su pañuelo, quedando impresionados los presentes. De debajo de la cama salía un pedazo de terciopelo negro, excavaron y encontraron el cadáver amarillento de una mujer, pero más aterrador fue que en su cabeza tenía una diadema con brillantes y en su cuerpo el vestido de terciopelo negro con bellos bordados y cabello rubio, tal y como la había descrito el padre Agustín, por lo que un escalofrío se apoderó de todos, al tiempo que se escucharon sus rezos, y más asombrados quedaron cuando voltearon a ver al sacerdote, ya que le empezó a salir espuma por la boca y a reírse con voz hueca, también se golpeaba contra todo lo que veía. El padre Agustín se había vuelto loco.

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